El hospital del Mar ofrece a testigos de Jehová trasplante renal sin transfusión

  • Los especialistas diseñan el protocolo que permite operar sin usar sangre ajena
El hospital del Mar ofrece a testigos de Jehová trasplante renal sin transfusión
Francisco, el receptor, y Rosa, su donante, con Marta Crespo, su nefróloga, y Lluís Cecchini, el cirujano (Ana Jiménez)
Barcelona

FUENTE: http://www.lavanguardia.com

 

Dos pacientes con insuficiencia renal para quienes era indispensable untrasplante de riñón y que rechazan la transfusión de sangre por sus creencias religiosas han sido los primeros protagonistas de una decisión pionera en la sanidad pública: cirujanos de trasplante renal, nefrólogos y anestesistas diseñaron el procedimiento que garantizara esta solución quirúrgica a testigos de Jehová. Y les operaron. Aunque pudiera parecer que es un derecho reconocido en cualquier centro sanitario porque la ley lo establece, no es así. Son pioneros.

El procedimiento se parece mucho a cualquier trasplante de riñón, pero hay cuatro elementos clave distintos: al enfermo, que habitualmente además sufre anemia, se le mantiene con niveles más altos de glóbulos rojos a base de hierro y eritropoyetina (la EPO de los dopajes ciclistas). Durante la operación se utiliza una máquina recuperadora de hematíes (un aspirador que luego separa la propia sangre que se derrama durante la cirugía para poderla utilizar de nuevo en el paciente). El trabajo quirúrgico es especialmente cuidadoso para evitar todo lo posible el sangrado, y en los días posteriores hay una vigilancia intensa para detectar a la mínima un derrame y actuar inmediatamente de nuevo en el quirófano.

“El riesgo de que se necesite durante un trasplante renal una transfusión de sangre es en conjunto del 41%. A las personas que la rechazan tenemos que garantizarles mucho más que el 60%, aunque es imposible ofrecer la total seguridad de que no habrá problemas de sangrado. Sería imposible. Pero asumimos las dos partes la situación”, explica Lluís Cecchini, responsable de urología y cirugía del trasplante en el hospital del Mar.

Los centros sanitarios suelen exigir a estos pacientes renunciar a su creencia si quieren entrar en quirófano

“Pero lo difícil ha sido superar los prejuicios, los miedos y los dilemas éticos y estar todos a una”, añade. Su equipo, el de nefrología con Marta Crespo a la cabeza, el director médico Julio Pascual, responsable también de nefrología, y prácticamente todos los anestesistas del hospital, lograron ese convencimiento. “No somos un centro muy grande y quizás eso ayuda a que las propuestas no queden diluidas en la responsabilidad de los otros y, sobre todo, permite crear una cadena de confianza sin la que hubiera sido difícil sacar adelante esta apuesta”, aseguran Cecchini y Crespo. En la apuesta de la que hablan juegan también enfermeras expertas en el uso de la máquina recuperadora de células san­guí­neas, la cell saver, que sólo se usaba para los grandes sangrados de las operaciones vasculares. Y también la enfermería que se ocupa del paciente fuera de quirófano, para evitar en todo momento cualquier manipulación que tenga riesgo de sangrado. Todo un cambio de rutinas.

Lograron hacer dos trasplantes renales con estas reglas en los últimos dos años: uno, con riñón procedente de cadáver. “En ese caso, se pudo hacer el trasplante en segunda convocatoria, porque cuando apareció el primer riñón para este paciente, sus niveles de glóbulos rojos no eran aceptables según nuestro protocolo. El segundo caso fue con donante vivo, mucho mejor para preparar al receptor. Ahora tenemos dos o tres pacientes testigos de Jehová en lista de espera”, explican los responsables del programa.

La cirugía de un trasplante renal de donante vivo sin sangre es mucho más estresante, reconocen. Porque operan a la vez a una persona sana que tiene que seguir así y hay que obtener el órgano en las mejores condiciones posibles. Y a la doble operación, la del donante y la del receptor, se añade no sangrar, porque si hay hemorragia catastrófica no se puede acudir a la transfusión que lo arregle. “Es lo que hay, como si estuvieras en un hospital de ­guerra”.

Lo habitual para los pacientes testigos de Jehová es que en cualquier hospital, incluso para una pequeña operación en la que es prácticamente imposible que necesiten sangre, se les exija un consentimiento de que aceptarán el uso de transfusiones. “La mayoría opta por la privada, para elegir un médico que les garantice el respeto a su decisión”, explican los médicos del Mar. “Les impedimos el acceso a la sanidad pública”.

La práctica de estas intervenciones complejas sin sangre de los trasplantes abre el camino a otras áreas, como oncología, donde la cirugía es una opción casi imposible en la práctica para los testigos de Jehová. “Ahí no es recomendable reutilizar la propia sangre, pero se pueden plantear cirugías con un riesgo asumible sin transfusión”, asegura Cecchini.

“Necesitaba un centro que respetara mis creencias”

Francisco Cervera lleva un riñón de Rosa Maria Molins, su mujer, desde hace año y medio. Sin transfusiones. “Los médicos han cambiado mucho. No les llama la atención nuestra postura. En la Teknon, por ejemplo, hay una sección de cirugía sin sangre. Es un gran avance”, explica la pareja de Barberà del Vallés. “Pero ni me planteaba el transplante, claro. Sabía de un compañero que se había operado en A Coruña. Pero para nosotros era una opción complicada”. Francisco, con unos riñones poliquísticos que dejaron de funcionar, vivió años con su diálisis peritoneal que se hacía cada noche en casa y le permitía trabajar, viajar, seguir una vida normal. El deterioro de la situación le llevó finalmente a la hemodiálisis tres veces por semana y tuvo que jubilarse. En el Parc Taulí le plantearon el trasplante para mejorar su mermada calidad de vida. “En Catalunya ningún hospital nos garantizaba una cirugía sin transfusión, y necesitaba un centro que respetara mis creencias”. Los médicos del Taulí les propusieron buscarlo, y empezaron por el hospital del Mar, donde los de Sabadell suelen enviar a sus pacientes para transplante. “Me dijeron: ‘Usted asume un riesgo, y el hospital, otro’. Y nos transmitieron confianza. No tuvimos dudas”. Rosa Maria quería ser su donante desde el primer momento, y tuvieron la fortuna de que fuera sana y compatible. Les operaron simultáneamente en dos quirófanos. Sin sangre.

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