Puntos de Hebreos 9 a 13

Hebreos 9 a 13

*** w06 15/4 págs. 27-28 párrs. 13-14 «Que sus manos sean fuertes» ***

13 Al pensar en lo que necesitamos para que Dios siga bendiciéndonos, ¿verdad que comprendemos que no debemos ir tras metas que estorben nuestra adoración a Jehová? Entre ellas figuran la búsqueda de riquezas, los proyectos para ganar mucho dinero en poco tiempo, los planes para conseguir una educación superior que permita el acceso a una carrera prestigiosa en este sistema, los programas para sentirse realizados como personas y cualquier actividad u objetivo que nos desvíe del servicio a Dios.

14 Esas cosas quizá no sean malas en sí mismas. Sin embargo, ¿no es cierto que, desde la perspectiva de la vida eterna, en realidad son «obras muertas»? (Hebreos 9:14.) ¿En qué sentido? Pues bien, espiritualmente son actividades muertas, vanas, infructíferas. Si uno persiste en ellas, podrían causarle la muerte espiritual. Así les sucedió a algunos cristianos ungidos del tiempo de los apóstoles (Filipenses 3:17-19). Y así les ha sucedido a algunos cristianos de nuestros días. Tal vez sepamos de personas que, poco a poco, abandonaron las actividades cristianas y la congregación, y que ahora no muestran ningún deseo de volver a servir a Jehová. Sinceramente esperamos que regresen a él, pero lo cierto es que ir tras «obras muertas» puede llevarnos a perder la aprobación y la bendición divinas. Eso sería muy lamentable, pues nos privaría del gozo y la paz que produce el espíritu de Dios. ¡Y pensemos en la pérdida que supondría dejar de formar parte de nuestra afectuosa hermandad cristiana! (Gálatas 1:6; 5:7, 13, 22-24.)

*** w98 1/2 págs. 20-21 Las otras ovejas y el nuevo pacto ***

Un Día de Expiación mayor

8 Al hablar sobre el nuevo pacto, Pablo recordó a sus lectores el Día de Expiación anual del pacto de la Ley. En ese día se ofrecían dos sacrificios diferenciados, uno para beneficio de la tribu sacerdotal de Leví y otro para las doce tribus no sacerdotales. Por tiempo se ha explicado que estos sacrificios prefiguraron el gran sacrificio de Jesús, del cual se beneficiarían tanto los 144.000, cuya esperanza es celestial, como otros millones de personas que tienen una esperanza terrenal. Pablo mostró que en el cumplimiento los beneficios del sacrificio de Jesús se administran mediante un Día de Expiación mayor bajo el nuevo pacto. Como Sumo Sacerdote de ese día mayor, Jesús dio su vida perfecta a modo de sacrificio expiatorio con el fin de obtener una «liberación eterna» para los seres humanos (Hebreos 9:11-24).

9 Muchos cristianos hebreos del siglo primero aún eran «celosos por la Ley» mosaica (Hechos 21:20). Por ello Pablo les recordó: «[Jesús] es mediador de un nuevo pacto, para que, habiendo ocurrido una muerte para la liberación de ellos por rescate de las transgresiones bajo el pacto anterior, los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna» (Hebreos 9:15). El nuevo pacto liberó a los cristianos hebreos del antiguo, el cual ponía de relieve su condición pecaminosa. Gracias al nuevo pacto, podían hacer suya «la promesa de la herencia eterna» celestial.

10 «Todo» el que «ejerce fe en el Hijo» se beneficiará del sacrificio de rescate (Juan 3:16, 36). Pablo dijo: «El Cristo fue ofrecido una vez para siempre para cargar con los pecados de muchos; y la segunda vez que aparece será aparte del pecado y a los que lo están esperando con intenso anhelo para la salvación de ellos» (Hebreos 9:28). Hoy esperan con intenso anhelo a Jesús tanto los cristianos ungidos del Israel de Dios que quedan en la Tierra como los millones de personas que forman la gran muchedumbre, cuya herencia también es eterna. Ambas clases dan gracias a Dios por el nuevo pacto y sus bendiciones vivificantes, entre ellas el Día de Expiación mayor y el ministerio de Jesús, el Sumo Sacerdote, del Santísimo celestial.

*** w00 15/1 págs. 15-16 «Las cosas deseables» llenan la casa de Jehová ***

El cumplimiento del siglo primero

7 El templo de Jerusalén representó una provisión mucho mayor para la adoración: el templo espiritual de Dios, que Jehová estableció en el año 29 E.C. con Jesús como Sumo Sacerdote (Hebreos 5:4-10; 9:11, 12). Veamos el paralelo entre los deberes del sumo sacerdote de Israel y lo que Jesús hizo. En el Día de Expiación anual, el sumo sacerdote se acercaba al altar que estaba en el patio del templo y ofrecía un toro para expiar los pecados de los sacerdotes. Más tarde, entraba en el templo con la sangre del toro, pasaba por las puertas que separaban el patio del Santo y luego por la cortina que dividía el Santo del Santísimo. Una vez en el interior del Santísimo, el sumo sacerdote salpicaba la sangre enfrente del arca del pacto. Luego, siguiendo el mismo procedimiento, ofrecía una cabra para expiar los pecados de las doce tribus no sacerdotales de Israel (Levítico 16:5-15). ¿Qué tiene que ver esa observancia con el templo espiritual de Dios?

8 Jesús se ofreció de hecho en el altar de la voluntad divina cuando se bautizó y Dios lo ungió con espíritu santo en el año 29 E.C. (Lucas 3:21, 22.) En realidad, este acontecimiento señaló para Jesús el principio de una vida propiciatoria que duró tres años y medio (Hebreos 10:5-10). Durante este tiempo Jesús tuvo una relación con Dios propia del que ha sido engendrado por espíritu. Ningún otro ser humano podía entender completamente esta relación singular de Jesús con su Padre celestial. Era como si una pantalla la ocultara de los ojos del entendimiento humano, tal como la pantalla impedía ver el Santo a los que estaban en el patio del tabernáculo (Éxodo 40:28).

9 A pesar de ser Hijo de Dios ungido por espíritu, Jesús no podía obtener la vida en el cielo como hombre. ¿Por qué no? Porque carne y sangre no pueden heredar el Reino celestial de Dios (1 Corintios 15:44, 50). Ya que la carne humana de Jesús suponía una barrera, la cortina que separaba el Santo del Santísimo en el antiguo templo de Dios era un símbolo adecuado de ella (Hebreos 10:20). Ahora bien, tres días después de su muerte, Dios resucitó a Jesús como espíritu (1 Pedro 3:18). Así le era posible entrar en el compartimento Santísimo del templo espiritual de Dios: el cielo mismo. Y eso es precisamente lo que hizo. Pablo escribe: «Cristo entró, no en un lugar santo hecho de manos [por lo visto, el Santísimo], el cual es copia de la realidad, sino en el cielo mismo, para comparecer ahora delante de la persona de Dios a favor de nosotros» (Hebreos 9:24).

10 En el cielo, Jesús ‘salpicó la sangre’ de su sacrificio cuando presentó a Jehová el valor redentor de su sangre vital. Pero hizo algo más. Poco antes de su muerte, dijo a sus seguidores: «Voy a preparar un lugar para ustedes. También, si prosigo mi camino y les preparo un lugar, vengo otra vez y los recibiré en casa a mí mismo, para que donde yo estoy también estén ustedes» (Juan 14:2, 3). De modo que al entrar en el Santísimo, es decir, el cielo, Jesús abrió el camino para que otros le siguieran (Hebreos 6:19, 20). Estas personas, en total 144.000, serían subsacerdotes en la provisión del templo espiritual de Dios (Revelación 7:4; 14:1; 20:6). Tal como el sumo sacerdote de Israel tomaba primero la sangre de un toro y la introducía en el Santísimo para expiar los pecados de los sacerdotes, el valor de la sangre derramada de Jesús se aplicó primero a estos 144.000 subsacerdotes

*** w00 15/8 págs. 17-22 Sacrificios de alabanza que agradan a Jehová ***

Sacrificios de alabanza que agradan a Jehová

«Presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios.» (ROMANOS 12:1.)

«PUESTO que la Ley tiene una sombra de las buenas cosas por venir, pero no la sustancia misma de las cosas, nunca pueden los hombres con los mismos sacrificios que ofrecen continuamente de año en año perfeccionar a los que se acercan.» (Hebreos 10:1.) Con estas claras palabras Pablo asevera que ninguno de los sacrificios que se ofrecían bajo la Ley mosaica tenía valor permanente respecto a la salvación del hombre (Colosenses 2:16, 17).

2 ¿Significa esto que la información del Pentateuco sobre las ofrendas y los sacrificios no es hoy de ningún valor para los cristianos? De hecho, los matriculados en la Escuela del Ministerio Teocrático de las congregaciones de los testigos de Jehová de todo el mundo leyeron hace poco los cinco primeros libros de la Biblia en el plazo de algo más de un año. Algunos se esforzaron por leer y entender todos los detalles. ¿Fue en vano su empeño? De ningún modo, pues «todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza» (Romanos 15:4). Nos preguntamos entonces: ¿Qué «instrucción» y «consuelo» podemos obtener de toda la información que contiene la Ley sobre las ofrendas y los sacrificios?

Para nuestra instrucción y consuelo

3 Aunque no se nos pide que ofrezcamos sacrificios literales como estipulaba la Ley, todavía nos es muy necesario conseguir aquello que hasta cierto punto lograban los sacrificios para los israelitas, a saber, el perdón de los pecados y el favor de Dios. Puesto que nosotros ya no ofrecemos sacrificios literales, ¿cómo podemos recibir tales beneficios? Después de señalar las limitaciones de los sacrificios animales, Pablo explica: «Cuando entra en el mundo, [Jesús] dice: ‘»Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me preparaste un cuerpo. No aprobaste holocaustos ni ofrenda por el pecado». Entonces dije yo: «¡Mira! He venido (en el rollo del libro está escrito de mí) para hacer tu voluntad, oh Dios»‘» (Hebreos 10:5-7).

4 Citando del Salmo 40:6-8, Pablo observa que Jesús no vino con el fin de perpetuar «sacrificio y ofrenda» ni «holocaustos ni ofrenda por el pecado», pues para cuando Pablo escribió a los hebreos Dios ya no aprobaba tales ofrendas. Más bien, Jesús vino con un cuerpo que su Padre celestial le preparó, correspondiente en todo aspecto al que Dios había hecho para Adán (Génesis 2:7; Lucas 1:35; 1 Corintios 15:22, 45). Jesús, el Hijo perfecto de Dios, debía desempeñar el papel de la «descendencia» de la mujer predicho en Génesis 3:15. Había de ‘magullar a Satanás en la cabeza’, aunque a él mismo se le ‘magullaría en el talón’. De ese modo Jesús se convirtió en el medio del que Jehová se valdría para salvar a la humanidad, en quien habían esperado los hombres de fe desde los días de Abel.

5 Hablando acerca de este papel especial que Jesús desempeñó, Pablo dice: «Al que no conoció pecado, [Dios] lo hizo pecado por nosotros, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios por medio de él» (2 Corintios 5:21). La expresión «lo hizo pecado» también puede traducirse por ‘lo hizo como una ofrenda por el pecado’. El apóstol Juan dice: «Él es un sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, pero no solo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (1 Juan 2:2). De modo que si los israelitas dispusieron de los sacrificios como un medio temporal de acercarse a Dios, los cristianos disponemos de otro muy superior: el sacrificio de Jesucristo (Juan 14:6; 1 Pedro 3:18). Si tenemos fe en el sacrificio redentor que Dios ha suministrado y somos obedientes, nosotros también podemos recibir el perdón de nuestros pecados y disfrutar de Su favor y bendición (Juan 3:17, 18). ¿No nos consuela esta realidad? Pero ¿cómo demostrar que tenemos fe en el sacrificio redentor?

6 Después de explicar que los cristianos disponen de un medio superior para acercarse a Dios, el apóstol Pablo expone en Hebreos 10:22-25 tres maneras de demostrar que tenemos fe en esa amorosa provisión de Dios y que la valoramos. Aunque Pablo dirigió principalmente su exhortación a los que tienen el «camino de entrada al lugar santo», es decir, a los cristianos ungidos que han recibido el llamamiento celestial, no cabe duda de que toda la humanidad debe prestar atención a estas palabras inspiradas de Pablo a fin de beneficiarse del sacrificio propiciatorio de Jesús (Hebreos 10:19).

Ofrezcamos sacrificios limpios e incontaminados

7 En primer lugar, Pablo dice a los cristianos: «Acerquémonos con corazones sinceros en la plena seguridad de la fe, pues los corazones se nos han limpiado por rociadura de una conciencia inicua, y los cuerpos se nos han lavado con agua limpia» (Hebreos 10:22). El lenguaje empleado en este texto evoca de modo inconfundible el procedimiento que se seguía en los sacrificios típicos que la Ley estipulaba. La alusión es pertinente, pues para que un sacrificio fuera aceptable tenía que ofrecerse con el motivo apropiado, y ser limpio e incontaminado. El animal para el sacrificio se tomaba de la vacada o del rebaño, es decir, de los animales limpios, y debía ser «sano», sin defecto. Si se ofrecían aves, se requería que fuesen tórtolas o pichones. En tanto la ofrenda satisficiera esas condiciones, era «aceptada benévolamente a favor suyo para hacer expiación por él» (Levítico 1:2-4, 10, 14; 22:19-25). La ofrenda de grano no contenía ninguna levadura -símbolo de corrupción- y tampoco contenía miel, probablemente jarabe de fruta, que suele fermentar. A los sacrificios de animales o de grano que se ofrecían en el altar se les añadía sal como conservante (Levítico 2:11-13).

8 ¿Qué puede decirse de la persona que presentaba la ofrenda? La Ley estipulaba que todo el que se acercaba a Jehová tenía que estar limpio e incontaminado. Quien se hubiera contaminado de alguna manera primero tenía que presentar una ofrenda por el pecado o una ofrenda por la culpa para recuperar la condición de limpio ante Jehová, de modo que Él pudiera aceptar su ofrenda quemada o sacrificio de comunión (Levítico 5:1-6, 15, 17). ¿Reconocemos, por tanto, la importancia de mantenernos siempre limpios ante Jehová? Si queremos que Dios acepte nuestra adoración, tenemos que corregir rápidamente cualquier transgresión de las leyes divinas. Debemos aprovecharnos sin demora de los medios que Dios ha facilitado para ayudarnos: «los ancianos de la congregación» y el «sacrificio propiciatorio por nuestros pecados», Jesucristo (Santiago 5:14; 1 Juan 2:1, 2).

9 La importancia que se concedía a la pureza de los sacrificios era de hecho la principal diferencia entre los que se ofrecían a Jehová y los que las naciones vecinas de Israel presentaban a los dioses falsos. Sobre ese rasgo distintivo de los sacrificios de la Ley de Moisés, una obra de consulta observa: «Podemos darnos cuenta de que no hay conexión con la adivinación o el augurio; no hay frenesí religioso, ni automutilaciones ni prostitución sagrada, y los ritos de fertilidad, orgiásticos y sensuales son completamente prohibidos; no hay sacrificios humanos ni sacrificios por los muertos». Todo ello pone de relieve un hecho: Jehová es santo y no pasa por alto ni aprueba ningún tipo de pecado ni corrupción (Habacuc 1:13). La adoración y los sacrificios que se le rinden han de ser limpios e incontaminados física, moral y espiritualmente (Levítico 19:2; 1 Pedro 1:14-16).

10 Por lo tanto, tenemos que examinarnos en todas las facetas de la vida para estar seguros de que Jehová acepta el servicio que le rendimos. Nunca deberíamos pensar que en tanto asistamos a algunas reuniones cristianas y salgamos un poco al ministerio, no importa lo que hagamos en nuestra vida privada. Tampoco deberíamos creer que la participación en las actividades cristianas nos excusa de alguna manera del deber de regirnos por las leyes divinas en otros aspectos de la vida (Romanos 2:21, 22). No podemos esperar que Dios nos bendiga y favorezca si permitimos que lo que es inmundo o deshonroso a sus ojos contamine nuestro modo de pensar o actuar. Recordemos las palabras de Pablo: «Les suplico por las compasiones de Dios, hermanos, que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado con su facultad de raciocinio. Y cesen de amoldarse a este sistema de cosas; más bien, transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios» (Romanos 12:1, 2).

Ofrezcamos sacrificios de alabanza con entusiasmo

11 Pablo llama la atención seguidamente en su carta a los Hebreos a un aspecto fundamental de la adoración verdadera: «Tengamos firmemente asida la declaración pública de nuestra esperanza sin titubear, porque fiel es el que ha prometido» (Hebreos 10:23). La expresión «declaración pública» significa literalmente «confesión», y Pablo también habla de un «sacrificio de alabanza» (Hebreos 13:15). Este nos recuerda el tipo de sacrificio que ofrecieron hombres como Abel, Noé y Abrahán.

12 Cuando un israelita ofrecía un sacrificio quemado, lo hacía «de su propia voluntad delante de Jehová» (Levítico 1:3). De este modo declaraba o reconocía pública y voluntariamente las abundantes bendiciones de Jehová y Su bondad amorosa para con su pueblo. Recordemos que un rasgo distintivo de la ofrenda quemada era que toda ella se consumía sobre el altar, lo cual era un símbolo apropiado de devoción y dedicación completas. De manera correspondiente, demostramos nuestra fe en el sacrificio redentor y nuestro agradecimiento cuando ofrecemos a Jehová, voluntariamente y con entusiasmo, nuestro «sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios».

13 Aunque los cristianos no ofrecen sacrificios literales -animales o vegetales- tienen la responsabilidad de dar testimonio de las buenas nuevas del Reino y hacer discípulos de Jesucristo (Mateo 24:14; 28:19, 20). ¿Nos aprovechamos de las oportunidades de participar en la declaración pública de las buenas nuevas del Reino de Dios, de modo que muchas más personas puedan conocer las cosas maravillosas que Dios tiene preparadas para la humanidad obediente? ¿Dedicamos voluntariamente nuestro tiempo y energías a enseñar a quienes se interesan en el mensaje y a ayudarlos a hacerse discípulos de Jesucristo? Nuestra participación celosa en el ministerio es muy agradable a Dios, como el olor conducente a descanso de una ofrenda quemada (1 Corintios 15:58).

Regocijémonos en la compañía de Dios y de los hombres

14 Finalmente, Pablo llama la atención a nuestra relación con nuestros hermanos cristianos en la adoración a Dios. «Considerémonos unos a otros para incitarnos al amor y a las obras excelentes, sin abandonar el reunirnos, como algunos tienen por costumbre, sino animándonos unos a otros, y tanto más al contemplar ustedes que el día se acerca.» (Hebreos 10:24, 25.) Las expresiones «para incitarnos al amor y a las obras excelentes», «el reunirnos» y «animándonos unos a otros» nos recuerdan los beneficios que en Israel reportaba la ofrenda de comunión a los siervos de Dios.

15 La expresión «ofrendas de comunión» se traduce a veces por «ofrendas de paz». La palabra hebrea para «paz» está en plural, lo que quizá signifique que la participación en tales sacrificios resultaba en paz con Dios y con los demás adoradores. Con respecto al sacrificio de comunión, un comentarista explica: «Era en verdad un tiempo de feliz comunión con el Dios del pacto, en el que Él condescendía a ser el invitado de Israel a la mesa sacrificial, así como Él era siempre el anfitrión de ellos». Estas palabras nos recuerdan la promesa de Jesús: «Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mateo 18:20). Cada vez que asistimos a una reunión cristiana nos beneficiamos de la compañía edificante, de la instrucción animadora y de saber que nuestro Señor Jesucristo está presente entre nosotros. Todo ello convierte a la reunión cristiana en una verdadera ocasión de gozo y fortalecimiento de la fe.

16 En el sacrificio de comunión, toda la grasa -la que había alrededor de los intestinos, los riñones, el apéndice del hígado y los lomos, así como la cola grasa de las ovejas- se ofrecía a Jehová quemándola y haciéndola humear sobre el altar (Levítico 3:3-16). La grasa se consideraba la parte más nutritiva y mejor del animal. Ofrecerla sobre el altar significaba dar lo mejor a Jehová. Lo que convierte a las reuniones cristianas en ocasiones especialmente gozosas es que en ellas no solo recibimos instrucción, sino también ofrecemos alabanza a Jehová, como cuando cantamos con entusiasmo, escuchamos atentamente y, de ser posible, comentamos, haciéndolo siempre con humildad y tan bien como sepamos. «¡Alaben a Jah! -exclamó el salmista-. Canten a Jehová una canción nueva, su alabanza en la congregación de los que son leales.» (Salmo 149:1.)

Nos esperan abundantes bendiciones de parte de Jehová

17 En la inauguración del templo de Jerusalén, que tuvo lugar en el séptimo mes del año 1026 a.E.C., el rey Salomón ofreció «un gran sacrificio delante de Jehová», a saber, «el sacrificio quemado y la ofrenda de grano y los trozos grasos de los sacrificios de comunión». Además de las ofrendas de grano, en aquella ocasión se sacrificaron un total de 22.000 cabezas de ganado y 120.000 ovejas (1 Reyes 8:62-65).

18 ¿Podemos imaginarnos el costo y la cantidad de trabajo que supuso aquella grandiosa ceremonia? No obstante, las bendiciones que Israel recibió obviamente superaron con creces el costo. Al final de la fiesta, Salomón «despidió al pueblo; y ellos empezaron a bendecir al rey e irse a sus hogares, regocijándose y sintiéndose alegres de corazón por todo el bien que Jehová había ejecutado para David su siervo y para Israel su pueblo» (1 Reyes 8:66). Tal como Salomón lo expresó, no cabe duda de que «la bendición de Jehová… eso es lo que enriquece, y él no añade dolor con ella» (Proverbios 10:22).

19 Estamos viviendo en el tiempo en que la «sombra de las buenas cosas por venir» ha sido reemplazada por «la sustancia misma de las cosas» (Hebreos 10:1). Jesucristo ya ha entrado en el cielo mismo en calidad de gran Sumo Sacerdote antitípico y ha presentado el valor de su propia sangre para hacer expiación en favor de cuantos tienen fe en su sacrificio (Hebreos 9:10, 11, 24-26). Sobre la base de aquel gran sacrificio y al ofrecer a Dios con entusiasmo nuestros sacrificios de alabanza limpios e incontaminados, nosotros también podemos seguir adelante ‘regocijándonos y sintiéndonos alegres de corazón’, con la vista puesta en las abundantes bendiciones de Jehová que nos esperan (Malaquías 3:10).

*** w05 15/9 págs. 16-18 párrs. 3-10 Andemos por fe, no por vista ***

3 Sea que pertenezcamos al «rebaño pequeño», que tiene la llamada celestial, o a las «otras ovejas», que esperan vivir en la Tierra, cada cual debe tomar muy a pecho la exhortación de andar por fe y no por vista (Lucas 12:32; Juan 10:16). Veamos cómo la aplicación de este consejo inspirado evitará que sucumbamos al ‘disfrute temporal del pecado’, que caigamos en el lazo del materialismo y que perdamos de vista el fin del presente sistema de cosas. También examinaremos los peligros que entraña andar por vista (Hebreos 11:25).

Rehusemos «disfrutar temporalmente del pecado»

4 Pensemos en la clase de vida que pudo haber tenido Moisés, hijo de Amram. Habiéndose criado en la corte del antiguo Egipto, tenía al alcance de la mano poder, riquezas e influencia. Podría haber razonado así: «He sido instruido en la aclamada sabiduría de Egipto, y soy poderoso en palabras y hechos. Si sigo formando parte de la familia real, podré utilizar mi posición para beneficiar a mis hermanos hebreos oprimidos» (Hechos 7:22). No obstante, eligió «ser maltratado con el pueblo de Dios». ¿Por qué? ¿Qué lo movió a dar la espalda a todo cuanto ofrecía Egipto? La Biblia responde: «Por fe [Moisés] dejó a Egipto, pero sin temer la cólera del rey, porque continuó constante como si viera a Aquel que es invisible» (Hebreos 11:24-27). La fe que Moisés tenía en que Jehová siempre recompensa a los que obran con justicia lo ayudó a resistir el pecado y la complacencia, así como el placer temporal que producen.

5 También nosotros a menudo nos vemos en la necesidad de tomar decisiones difíciles: «¿Debería abandonar ciertas prácticas o hábitos que no están del todo en armonía con los principios bíblicos? ¿Debería aceptar un empleo que parece ventajoso en sentido material, pero que estorbará mi progreso espiritual?». El ejemplo de Moisés nos anima a no hacer elecciones que reflejen la estrechez de miras de este mundo, sino, más bien, ejercer fe en la sabia visión de futuro de «Aquel que es invisible», Jehová Dios. Al igual que Moisés, la amistad de Jehová debe ser mucho más valiosa para nosotros que cualquier cosa que ofrezca este mundo.

6 Ahora comparemos a Moisés con Esaú, hijo del patriarca Isaac. Esaú prefirió la gratificación instantánea (Génesis 25:30-34). Al ‘no apreciar las cosas sagradas’, cedió sus derechos de primogénito «a cambio de una sola comida» (Hebreos 12:16). No pensó en el efecto que la venta de la primogenitura tendría en su relación con Jehová o en las consecuencias que traería a sus descendientes. Careció de visión espiritual. Cerró los ojos a las valiosísimas promesas de Dios, desdeñando su valor. Esaú anduvo por vista, no por fe.

7 El ejemplo de Esaú nos sirve de advertencia (1 Corintios 10:11). Cuando tomemos decisiones, sean grandes o pequeñas, no nos dejemos seducir por la propaganda del mundo de Satanás, que dice que debemos tener de inmediato lo que deseamos. Preguntémonos: «¿Reflejan mis decisiones tendencias como las de Esaú? Para obtener ahora mismo las cosas que quiero, ¿deberé relegar los intereses espirituales a un segundo plano? ¿Estoy poniendo en peligro mi amistad con Jehová y mi recompensa futura por las elecciones que hago? ¿Qué ejemplo doy a otros?». Si nuestras decisiones reflejan que apreciamos las cosas sagradas, Jehová nos bendecirá (Proverbios 10:22).

Evitemos el lazo del materialismo

8 A fines del siglo primero, el glorificado Jesucristo entregó en una revelación al apóstol Juan un mensaje para la congregación de Laodicea (Asia Menor) en el que la amonestaba para que dejara su actitud materialista. Aunque gozaban de riqueza material, los cristianos laodicenses estaban en la bancarrota, espiritualmente hablando. En lugar de seguir andando por fe, permitieron que las posesiones los privaran de su visión espiritual (Revelación [Apocalipsis] 3:14-18). El materialismo produce el mismo efecto en la actualidad. Socava nuestra fe e impide que «corramos con aguante la carrera» por la vida (Hebreos 12:1). Si no tenemos cuidado, «los placeres de esta vida» pueden ir eclipsando las actividades espirituales hasta ‘ahogarlas completamente’ (Lucas 8:14).

9 Un elemento clave para proteger nuestra espiritualidad es estar contentos con lo necesario, en vez de usar el mundo plenamente y enriquecernos (1 Corintios 7:31; 1 Timoteo 6:6-8). Al andar por fe y no por vista, nos deleitamos en el paraíso espiritual presente. Cuando tomamos alimento espiritual nutritivo, ¿acaso no nos sentimos movidos a gritar «gozosamente a causa de la buena condición de corazón»? (Isaías 65:13, 14.) Además, nos agrada mucho la compañía de quienes manifiestan el fruto del espíritu de Dios (Gálatas 5:22, 23). ¡Qué importante es, pues, que las cosas espirituales que Jehová nos suministra nos satisfagan y reanimen!

10 Es conveniente que nos planteemos preguntas como: «¿Qué lugar ocupan en mi vida las cosas materiales? ¿Utilizo mis bienes para llevar una vida dedicada a los placeres, o para promover la adoración verdadera? ¿Qué me resulta más grato: estudiar la Biblia y tener compañerismo con mis hermanos en las reuniones de la congregación, o pasar fines de semana sin responsabilidades cristianas? ¿Destino muchos fines de semana al esparcimiento, en vez de emplear ese tiempo para predicar y realizar otras actividades relacionadas con la adoración pura?». Andar por fe significa mantenerse ocupado en la obra del Reino, teniendo absoluta confianza en las promesas de Jehová (1 Corintios 15:58).

*** w06 15/4 pág. 20 «Yo estoy con ustedes» ***

Deben interesarnos

3 No hay duda de que los mensajes de Ageo y Zacarías beneficiaron a los judíos de su época y de que sus profecías tuvieron un cumplimiento en aquel entonces. Pero ¿por qué deben interesarnos hoy? Encontramos una clave en Hebreos 12:26-29. Allí el apóstol Pablo cita de Ageo 2:6, donde dice que Dios «mecer[ía] los cielos y la tierra», y acabaría «derriba[ndo] el trono de reinos y aniquila[ndo] la fuerza de los reinos de las naciones» (Ageo 2:22).

4 Pablo cita del libro de Ageo para mostrar lo que les ocurrirá a «los reinos de las naciones» y también para poner de relieve la superioridad del Reino indestructible que recibirán los cristianos ungidos (Hebreos 12:28). Está claro, pues, que las profecías de Ageo y Zacarías apuntaban a un tiempo posterior al siglo primero de nuestra era, cuando el apóstol escribió la carta a los Hebreos. Todavía queda en la Tierra un resto de cristianos ungidos, quienes son herederos del Reino Mesiánico con Jesús. Por consiguiente, los mensajes de Ageo y Zacarías deben ser importantes para nuestros tiempos.

*** w02 15/3 págs. 15-17 Cristo dirige a su congregación ***

«Sean obedientes […] y sean sumisos»

10 Nuestro Caudillo ha otorgado a las congregaciones «dádivas en hombres», «algunos como evangelizadores, algunos como pastores y maestros» (Efesios 4:8, 11, 12). Nuestra actitud hacia ellos y la manera de tratarlos dicen mucho sobre si aceptamos o no el acaudillamiento de Cristo. Desde luego, es justo que ‘nos mostremos agradecidos’ por estos hombres aptos espiritualmente que Cristo nos ha dado (Colosenses 3:15). Pero además merecen respeto. «Que los ancianos que presiden excelentemente sean tenidos por dignos de doble honra», escribió el apóstol Pablo (1 Timoteo 5:17). ¿Cómo demostramos gratitud y aprecio por los ancianos, o superintendentes, de la congregación? Pablo da la respuesta: «Sean obedientes a los que llevan la delantera entre ustedes, y sean sumisos» (Hebreos 13:17). En efecto, hemos de obedecerlos y ser sumisos a ellos, es decir, seguir su guía.

11 Nuestro Caudillo es perfecto, pero no así los hombres que nos ha otorgado como dádivas, por lo que en ocasiones pueden equivocarse. Sin embargo, resulta fundamental que permanezcamos leales al sistema instituido por Cristo. De hecho, vivir a la altura de la dedicación y el bautismo supone reconocer la legitimidad de la autoridad que tienen en la congregación quienes son nombrados por espíritu y someternos de buena gana a esa autoridad. El bautismo ‘en el nombre del espíritu santo’ constituye una declaración pública de que sabemos qué es dicho espíritu y reconocemos su función en los propósitos de Jehová (Mateo 28:19). Da a entender que cooperamos con el espíritu y que no hacemos nada que estorbe su funcionamiento entre los seguidores de Cristo. Dado que el espíritu santo tiene un papel esencial en la recomendación y el nombramiento de los ancianos, ¿seríamos realmente fieles a nuestra dedicación si no colaboráramos con los ancianos de la congregación?

12 Las Escrituras contienen ejemplos que nos enseñan el valor de la obediencia y la sumisión. El discípulo Judas hacía referencia a aquellos que hablaban injuriosamente de los hombres nombrados de la congregación, cuando citó tres ejemplos amonestadores: «¡Ay de ellos, porque han ido en la senda de Caín, y por la paga se han precipitado en el curso erróneo de Balaam, y han perecido en el habla rebelde de Coré!» (Judas 11). Caín pasó por alto la advertencia amorosa de Jehová y siguió deliberadamente un proceder de odio y asesinato (Génesis 4:4-8). A pesar de haber recibido constantes advertencias divinas, Balaam trató de maldecir al pueblo de Dios a cambio de dinero (Números 22:5-28, 32-34; Deuteronomio 23:5). Coré desempeñaba deberes extraordinarios en Israel, pero no le bastaron, de modo que instigó a la rebelión contra el siervo de Dios, Moisés, el hombre más manso de la Tierra (Números 12:3; 16:1-3, 32, 33). A Caín, Balaam y Coré les sobrevino el desastre. Estos tres casos ilustran la importancia de escuchar los consejos de aquellos a quienes Jehová utiliza para ocupar puestos de responsabilidad y respetarlos.

13 ¿Quién no desea beneficiarse del magnífico sistema de superintendencia que nuestro Caudillo ha implantado en la congregación cristiana? El profeta Isaías predijo los beneficios que produciría al decir: «¡Mira! Un rey reinará para justicia misma; y en cuanto a príncipes, gobernarán como príncipes para derecho mismo. Y cada uno tiene que resultar ser como escondite contra el viento y escondrijo contra la tempestad de lluvia, como corrientes de agua en país árido, como la sombra de un peñasco pesado en una tierra agotada» (Isaías 32:1, 2). Todos los ancianos han de ser un «escondite» donde sentirnos protegidos y seguros. En caso de que nos resulte difícil someternos a la autoridad, oremos a Jehová y esforcémonos con diligencia por ser obedientes y sumisos a la autoridad divinamente constituida en la congregación.

Cómo se someten los ancianos al acaudillamiento de Cristo

14 Todos los cristianos, en particular los ancianos, deben seguir la dirección de Cristo. Aunque estos tienen cierta autoridad en la congregación, no tratan de controlar la vida de sus hermanos siendo ‘amos sobre la fe de ellos’ (2 Corintios 1:24). Toman a pecho estas palabras de Jesús: «Ustedes saben que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los grandes ejercen autoridad sobre ellas. No es así entre ustedes» (Mateo 20:25-27). Los ancianos intentan sinceramente servir a su prójimo al cumplir con sus obligaciones.

15 «Acuérdense de los que llevan la delantera entre ustedes, […] y al contemplar detenidamente en lo que resulta la conducta de ellos, imiten su fe», es la exhortación que se da a los cristianos (Hebreos 13:7). No se pide que obremos así porque los ancianos sean caudillos, pues Jesús dijo: «Su Caudillo es uno, el Cristo» (Mateo 23:10). Es la fe de los ancianos lo que ha de imitarse, pues ellos siguen a nuestro verdadero Caudillo, Cristo (1 Corintios 11:1)

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Ofrezcamos sacrificios que agraden a Jehová

«Mediante [Jesucristo] ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios que hacen declaración pública de su nombre.» (HEBREOS 13:15.)

JEHOVÁ es el Ayudante de los que le ofrecen sacrificios aceptos. Por eso, hubo un tiempo en que miró con favor a los israelitas que ofrecían en sacrificio animales. Pero ¿qué sucedió después que estos pecaron vez tras vez? Mediante el profeta Oseas recibieron esta exhortación: «Vuelve, sí, oh Israel, a Jehová tu Dios, porque has tropezado en tu error. Tomen con ustedes palabras y vuelvan a Jehová. Díganle todos: ‘Dígnate perdonar el error; y acepta lo que es bueno, y ciertamente ofreceremos en cambio los toros jóvenes de nuestros labios'». (Oseas 14:1, 2.)

2 Así se animó al pueblo antiguo de Dios a ofrecer a Jehová Dios ‘los toros jóvenes de sus labios’. ¿Qué eran estos? Pues, ¡sacrificios de alabanza sincera! El apóstol Pablo aludió a esta profecía cuando instó a los cristianos hebreos a ‘ofrecer a Dios sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios que hacen declaración pública de su nombre’. (Hebreos 13:15.) ¿Qué puede ayudar a los testigos de Jehová a ofrecer sacrificios como esos hoy día?

‘Imitemos su fe’

3 Los sacrificios que ofrezcamos serán aceptos a nuestro Gran Ayudante, Jehová Dios, si aplicamos el consejo que Pablo dio a los hebreos. Por ejemplo, el apóstol escribió: «Acuérdense de los que llevan la delantera entre ustedes, los cuales les han hablado la palabra de Dios, y al contemplar detenidamente en lo que resulta la conducta de ellos, imiten su fe». (Hebreos 13:7.) ¿A quiénes se refería Pablo al decir: «Acuérdense de los que llevan la delantera entre ustedes», o «son gobernadores de ustedes»? (Biblia con Referencias [Traducción del Nuevo Mundo], nota al pie de la página.)

4 Pablo habló de los que «llevan la delantera» o gobiernan (versículos 7, 17, 24). La palabra española «gobernar» proviene, a través del latín, de la palabra griega ky·ber·ná·o, que significa «timonear un barco, dirigir, gobernar». Los ancianos cristianos gobiernan al emplear sus «capacidades directivas» (griego: ky·ber·né·seis) para suministrar dirección y guía en las congregaciones locales. (1 Corintios 12:28.) Pero los apóstoles y otros ancianos de Jerusalén sirvieron como cuerpo para suministrar guía y consejo a todas las congregaciones. (Hechos 15:1, 2, 27-29.) Por eso, hoy un cuerpo gobernante de ancianos provee superintendencia espiritual a los testigos de Jehová de todo el mundo.

5 Los ancianos locales y los miembros del Cuerpo Gobernante llevan la delantera entre nosotros; por consiguiente, debemos respetarlos y orar para que Dios les conceda la sabiduría que necesitan para gobernar la congregación. (Compárese con Efesios 1:15-17.) ¡Qué apropiado es recordar a ‘los que nos han hablado la palabra de Dios’! Timoteo no solo recibió adiestramiento de su madre y su abuela, sino también, posteriormente, de Pablo y de otros. (2 Timoteo 1:5, 6; 3:14.) Así Timoteo pudo contemplar el resultado que tuvo la conducta de los que llevaban la delantera y pudo imitar su fe.

6 Personas como Abel, Noé, Abrahán, Sara, Rahab y Moisés ejercieron fe. (Hebreos 11:1-40.) Sí, podemos imitar la fe de estos sin titubear, pues fueron personas que murieron leales a Dios. Pero también podemos ‘imitar la fe’ de hombres leales que llevan la delantera entre nosotros hoy. Por supuesto, no seguimos a humanos imperfectos, pues mantenemos la vista fija en Cristo. Como dijo el traductor bíblico Edgar J. Goodspeed: «Los héroes de antaño no son los modelos del creyente, pues este tiene un mejor dechado en Cristo […] El corredor cristiano tiene que fijar la vista en Jesús». Sí, ‘Cristo sufrió por nosotros, dejándonos dechado para que sigamos sus pasos con sumo cuidado y atención’. (1 Pedro 2:21; Hebreos 12:1-3.)

7 Pablo enfoca la atención en el Hijo de Dios al añadir: «Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y para siempre». (Hebreos 13:8.) Testigos fieles como Esteban y Santiago manifestaron integridad inmovible al seguir el dechado de firmeza de Jesús. (Hechos 7:1-60; 12:1, 2.) La fe de estos es digna de ser imitada, pues estuvieron dispuestos a morir como seguidores de Cristo. Las personas piadosas del pasado, del presente o del futuro no pidieron, ni piden, ni pedirán que se les exima de sufrir martirio como discípulos de Jesús.

Evitemos las enseñanzas falsas

8 El hecho de que la personalidad y las enseñanzas de Jesús son inalterables debe hacer que nos adhiramos a lo que él y sus apóstoles enseñaron. A los hebreos se les dijo: «No se dejen llevar por enseñanzas diversas y extrañas; porque es excelente que al corazón se le dé firmeza por bondad inmerecida, no por cosas de comer, de las cuales no han sacado provecho los que se ocupan en ellas». (Hebreos 13:9.)

9 Los judíos señalaban a cosas como el grandioso espectáculo de recibir la Ley en el monte Sinaí y lo durable de la gobernación real davídica. Pero Pablo mostró a los cristianos hebreos que, aunque la institución del pacto de la Ley fue impresionante, cuando se inauguró el nuevo pacto Jehová dio testimonio más vigoroso mediante señales, portentos presagiosos, obras poderosas y distribuciones de espíritu santo. (Hechos 2:1-4; Hebreos 2:2-4.) El Reino celestial de Cristo no puede ser sacudido, en contraste con lo que le ocurrió al reinado terrestre de los gobernantes davídicos en 607 a.E.C. (Hebreos 1:8, 9; 12:28.) Además, Jehová reúne a los ungidos delante de algo mucho más impresionante que el espectáculo milagroso en el monte Sinaí, pues ellos se acercan al monte Sión celestial. (Hebreos 12:18-27.)

10 Por lo tanto, era necesario que los hebreos evitaran ‘dejarse llevar por enseñanzas diversas y extrañas’ de los judaizantes. (Gálatas 5:1-6.) No es mediante esas enseñanzas, sino ‘por la bondad inmerecida de Dios como se puede dar firmeza al corazón’ para constancia en la verdad. Parece que algunos discutían en cuanto a alimentos y sacrificios, pues Pablo dijo que el corazón no se hacía firme «por cosas de comer, de las cuales no han sacado provecho los que se ocupan en ellas». Los beneficios espirituales son el resultado de que la persona muestre devoción piadosa y aprecio por el rescate, y no de la preocupación indebida por comer ciertos alimentos y observar ciertos días. (Romanos 14:5-9.) Además, el sacrificio de Cristo había anulado los sacrificios levíticos. (Hebreos 9:9-14; 10:5-10.)

Sacrificios que agradan a Dios

11 Los sacerdotes levíticos comían la carne de los animales sacrificados, pero Pablo escribió: «Tenemos un altar del cual no tienen autoridad para comer los que efectúan servicio sagrado en la tienda [el tabernáculo]. Porque los cuerpos de aquellos animales, cuya sangre es introducida en el lugar santo por el sumo sacerdote por el pecado, son quemados fuera del campamento» en el Día de Expiación. (Hebreos 13:10, 11; Levítico 16:27; 1 Corintios 9:13.) Los cristianos tienen un altar figurativo que denota un acercamiento a Dios sobre la base del sacrificio de Jesús, que expía el pecado y tiene como resultado el perdón de Jehová y salvación para vida eterna.

12 Pablo no hace hincapié en la analogía con el Día de Expiación, pero añade: «Por eso Jesús también, para santificar al pueblo con su propia sangre, sufrió fuera de la puerta» de Jerusalén. Cristo murió allí y proveyó el sacrificio propiciatorio que resultó completamente eficaz. (Hebreos 13:12; Juan 19:17; 1 Juan 2:1, 2.) El apóstol Pablo instó a sus compañeros cristianos ungidos: «Salgamos, pues, a él [Cristo] fuera del campamento, soportando el vituperio que él soportó, porque no tenemos aquí una ciudad que continúe, sino que buscamos solícitamente la que ha de venir». (Hebreos 13:13, 14; Levítico 16:10.) Aunque se nos vitupera como a Jesús, perseveramos como testigos de Jehová. ‘Repudiamos la impiedad y los deseos mundanos y vivimos con buen juicio y justicia y devoción piadosa en medio de este sistema de cosas actual’ mientras esperamos el nuevo mundo. (Tito 2:11-14; 2 Pedro 3:13; 1 Juan 2:15-17.) Además, los ungidos entre nosotros buscan solícitamente la «ciudad», el Reino celestial. (Hebreos 12:22.)

13 Pablo pasa entonces a mencionar sacrificios que agradan a Dios, al escribir: «Mediante él [Jesús] ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios que hacen declaración pública de su nombre. Además, no olviden el hacer bien y el compartir cosas con otros, porque dichos sacrificios le son de mucho agrado a Dios». (Hebreos 13:15, 16.) Los sacrificios cristianos no consisten simplemente en obras humanitarias. Mucha gente hace eso. Por ejemplo, a fines de 1988 personas de muchas naciones acudieron en ayuda de las víctimas del terremoto que ocurrió en la Armenia rusa.

14 El servicio sagrado que damos a Jehová «con temor piadoso y reverencia» se basa en amor abnegado, como el que desplegó Jesús. (Hebreos 12:28; Juan 13:34; 15:13.) En este servicio se destaca la obra de predicar, pues mediante Cristo como Sumo Sacerdote ‘ofrecemos a Dios sacrificio de alabanza, el fruto de labios que hacen declaración pública de su nombre’. (Oseas 14:2; Romanos 10:10-15; Hebreos 7:26.) Por supuesto, ‘no olvidamos el hacer bien y el compartir cosas con otros’, hasta con personas de quienes no se puede decir que ‘estén relacionadas con nosotros en la fe’. (Gálatas 6:10.) Damos ayuda amorosa en sentido material y espiritual a nuestros compañeros cristianos, especialmente cuando sufren alguna calamidad o están necesitados o angustiados. ¿Por qué? Porque nos amamos unos a otros. También queremos que ellos tengan firmemente asida la declaración pública de su esperanza sin titubear, «porque dichos sacrificios le son de mucho agrado a Dios». (Hebreos 10:23-25; Santiago 1:27.)

Seamos sumisos

15 Para ofrecer sacrificios aceptos tenemos que cooperar de lleno con la organización de Dios. Pablo, sin machacar sobre el asunto de la autoridad, escribió: «Sean obedientes a los que llevan la delantera entre ustedes, y sean sumisos, porque ellos están velando por las almas de ustedes como los que han de rendir cuenta; para que ellos lo hagan con gozo y no con suspiros, por cuanto esto les sería gravemente dañoso a ustedes». (Hebreos 13:17.) Debemos respetar a los ancianos nombrados que llevan la delantera en la congregación para que ellos no tengan que suspirar angustiados por nuestra falta de cooperación. Nuestra falta de sumisión sería una carga pesada para los superintendentes y redundaría en daño espiritual para nosotros. Un espíritu de cooperación hace posible que los ancianos presten ayuda con mayor facilidad y contribuye a la unidad y el progreso de la predicación del Reino. (Salmo 133:1-3.)

16 ¡Cuán apropiado es que seamos sumisos a los que llevan la delantera! Ellos enseñan en nuestras reuniones y nos ayudan en el ministerio. Como pastores, procuran nuestro bienestar. (1 Pedro 5:2, 3.) Nos ayudan a mantener una buena relación con Dios y con la congregación. (Hechos 20:28-30.) Al someternos a la superintendencia sabia y amorosa mostramos respeto al Superintendente Supremo, Jehová Dios, y al Superintendente que lo representa, Jesucristo. (1 Pedro 2:25; Revelación 1:1; 2:1-3:22.)

Ocupémonos en orar

17 Puesto que Pablo y sus compañeros estaban separados de los hebreos, quizás debido a persecución, él dijo: «Ocúpense en orar por nosotros, porque confiamos en que tenemos una conciencia honrada, puesto que deseamos comportarnos honradamente en todas las cosas. Pero los exhorto más particularmente a que hagan esto, para que yo sea restaurado a ustedes más pronto». (Hebreos 13:18, 19.) Si Pablo hubiera sido una persona tortuosa, que tuviera la conciencia cauterizada, ¿qué derecho habría tenido para pedir a los hebreos que oraran para que él regresara a ellos? (Proverbios 3:32; 1 Timoteo 4:1, 2.) Por supuesto, él era un ministro honrado que, con buena conciencia, resistía a los judaizantes. (Hechos 20:17-27.) Pablo también confiaba en que estaría de nuevo con los hebreos más pronto si ellos pedían eso en oración.

18 El que Pablo pidiera las oraciones de los hebreos muestra que es apropiado que los cristianos oren unos por otros, hasta por nombre. (Compárese con Efesios 6:17-20.) Pero si esperamos que otros oren por nosotros, ¿no deberíamos ser como el apóstol y asegurarnos de que ‘tenemos una conciencia honrada y nos comportamos honradamente en todas las cosas’? ¿Es usted honrado en todos sus tratos? ¿Y confía en la oración como lo hizo Pablo? (1 Juan 5:14, 15.)

Palabras de conclusión y exhortación

19 Después de solicitar las oraciones de los hebreos, Pablo oró por ellos así: «Ahora bien, que el Dios de la paz, que hizo subir de entre los muertos al gran pastor de las ovejas con la sangre de un pacto eterno, a nuestro Señor Jesús, los equipe con toda cosa buena para hacer su voluntad, efectuando en nosotros, mediante Jesucristo, lo que es muy agradable a su vista; a quien sea la gloria para siempre jamás. Amén». (Hebreos 13:20, 21.) Con una Tierra pacífica en mira, «el Dios de la paz» resucitó a Cristo a vida inmortal en el cielo, donde Jesús presentó el mérito de su sangre derramada que dio validez al nuevo pacto. (Isaías 9:6, 7; Lucas 22:20.) Este es un pacto eterno porque los que están en la Tierra reciben beneficios permanentes de los servicios de los 144.000 hijos espirituales de Dios que reinan con Jesús en el cielo y han sido introducidos en el nuevo pacto. (Revelación 14:1-4; 20:4-6.) Es mediante Cristo como Dios, a quien damos gloria, ‘nos equipa con toda cosa buena que necesitamos para hacer su voluntad y ser muy agradables a su vista’.

20 Porque no estaba seguro de cómo reaccionarían los hebreos a su carta, Pablo dijo: «Ahora los exhorto, hermanos, a que soporten esta palabra de estímulo [para que escucharan al Hijo de Dios, no a los judaizantes], porque, en realidad, les he compuesto una carta en pocas palabras [cuando se considera que su contenido es de peso]. Noten que nuestro hermano Timoteo ha sido puesto en libertad [de la prisión], con quien, si viene en breve, los veré». El apóstol probablemente escribió desde Roma y esperaba visitar a los hebreos de Jerusalén junto con Timoteo. Entonces Pablo dijo: «Den mis saludos a todos los que llevan la delantera [como ancianos que trabajan con tesón] entre ustedes, y a todos los santos [los que tienen la esperanza celestial]. Los de Italia les envían sus saludos. La bondad inmerecida [de Dios] esté con todos ustedes». (Hebreos 13:22-25.)

Una carta de valor duradero

21 Puede que ningún otro libro de las Santas Escrituras nos ayude tanto a entender el significado de los sacrificios como la carta a los hebreos. La epístola muestra con claridad que el sacrificio de Jesucristo es el único que suministra el rescate necesario para la humanidad pecadora. Y un mensaje notable de esta carta es que debemos escuchar al Hijo de Dios.

22 Además, como hemos visto en los dos artículos anteriores, tenemos otras razones para estar agradecidos por la carta que por inspiración divina se escribió a los hebreos. Esta carta nos ayuda a no cansarnos de nuestro ministerio, y nos llena de valor porque sabemos que Jehová es nuestro Ayudante. También nos anima a usar generosamente los labios y todas nuestras facultades en servicio sagrado día y noche y ofrecer sacrificios sinceros que agraden a nuestro amoroso Dios, Jehová, quien merece nuestra alabanza.

11 comentarios sobre “Puntos de Hebreos 9 a 13”

  1. Que jehova les siga dando de su espíritu santo y guía.
    Realmente me fortalece y anima a seguir adquiriendo conocimiento

  2. Muchisimas gracias como siempre por el magnifico trabajo que realizan, que Jehova los siga bendiciendo.
    Rosana

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