Un león hambriento, viendo que no le era fácil subir a los riscos en que pacía una cabra, se fue acercando poco a poco.
Pronto se dio cuenta que le sería imposible llegar hasta la cabrita y, entonces, le dirigió cariñosas frases invitándola a pasear juntos por la fresca y aromática hierba de la pradera.
– ¡Deja esas peñas estériles, le decía, y baja a los prados donde yo habito, amiga mía!
– Tienes razón, contesto la cabra, así lo haré con mucho gusto, pero cuando estés muy lejos de estos lares.
Moraleja: Nunca escuches del enemigo el consejo, si no quieres sufrir amargos desengaños.